CHILOE, ENCUESTA A ROBERTO SANTANA

CHILOE, VISTO POR ROBERTO SANTANA (Encuesta de Jamadier Esteban Uribe Muñoz, Antropólogo. 2020)

¿Quién es Roberto Santana ?, Quienes fueron sus padres ?, tuvo hermanos?,¿cómo recuerda la vida de Chiloé en esos años?, ¿cómo era la vida cotidiana ?

Yo me llamo Roberto Santana Ulloa soy geógrafo social. Nací en la localidad de Calen, isla Grande de Chiloé, hice la mitad de mi escolaridad primaria en la escuela de hombres y la secundaria en el Liceo de hombres de Puerto Montt y me gradué como profesor de Historia y Geografía en la Universidad de Chile, en Santiago. Seguí estudios de post-grado en la Universidad Rural de Rio de Janeiro, Brasil donde obtuve un diploma de especialista en evaluación de recursos naturales y muchos años después me doctoré en Geografía y Ordenamiento Territorial en la Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia. Fui profesor-investigador en la Universidad de Chile en Santiago, en la Universidad de la Habana entre 1962 y 1967, en la Universidad de Toulouse-Le Mirail en Francia entre 1974 y 1989. Terminé como profesor- invitado de la Universidad de Los Lagos, en Osorno. Durante veinte años ejercí como investigador del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia, puesto a partir del cual pude realizar estudios en diversos países de América Latina, particularmente en Ecuador, México y América Central. Numerosas publicaciones en francés y en español en forma de artículos y libros dan cuenta de una actividad de estudios marcada siempre por la proximidad con las inquietudes de la gente.

Fui militante del Partido Comunista de Chile en los años 1950-1960 y en ruptura con él, cuestionando el “centralismo democrático”, decidí trasladarme a Cuba a comienzos de 1962 con la idea de colaborar en la construcción de otro socialismo que el promovido por la Unión Soviética. Mi regreso a Chile fue determinado por el giro francamente pro-soviético que asumió la dirigencia cubana a partir de la segunda mitad de la década, tendencia que iba a acelerarse a partir de la invasión de la Checoslovaquia. A mi regreso a Chile, después de siete años de ausencia en la isla caribeña, me encontré con un contexto político marcado por la agudización de las contradicciones sociales y la búsqueda de una salida política desde la izquierda.

Mi pasión por la política me llamaba a implicarme en los procesos en curso y no iba a debilitarse por la ausencia de estrategias enteramente a mi gusto. Conocía muy bien lo que podía esperarse de los viejos partidos de la izquierda y opté por jugar la carta de la juventud y su ruptura con las viejas prácticas de los partidos, esperando que sabría encontrar el buen camino. Mi idea era que, devenido un movimiento de masas se convertiría en una alternativa viable después de la UP. Mi experiencia con el MIR, en el contexto del gobierno de la Unidad Popular bajo la presidencia de Salvador Allende iba a terminarse a fines de 1971 por serias discrepancias con la línea política de la dirección, e iba a ser decisiva para que yo comience un cuestionamiento, que se iba a radicalizar, de la viabilidad del socialismo democrático con el empleo de la violencia, en Chile y en América Latina. Ello significaba que todo proyecto político fundado en el marxismo estaba condenado al autoritarismo o a la dictadura. No significaba por ello el abandono del marxismo como método de análisis.

El exilio iba a permitirme ver con mayor claridad la crisis, sin vuelta atrás, del mundo comunista y la manera como el capitalismo se reciclaba a escala mundial. A partir de allí mi nuevo norte será la revalorización de la desprestigiada democracia « burguesa » promoviendo los actores y factores para su perfeccionamiento permanente. Mi último libro publicado en Chile plantea el tema del perfeccionamiento del sistema político chileno a partir del cambio radical del sistema de gestión territorial: Refundar la República, Mago Editores, Santiago, 2016.

Mi padre se llamaba Hipólito Santana Mansilla y mi madre Antonia Ulloa Bahamonde, apellidos mas chilotes que la papa. Mi padre era director de la escuela de hombres y también agricultor. Se levantaba a las cinco de la mañana, se preparaba un mate y salía a ver sus animales y hacer pequeños trabajos propios de las labores del campo. Dos horas después volvía a desayunar para estar en la escuela a nueve horas, a la llegada de sus alumnos y de su profesor asistente. A partir de dieciséis horas y media de la tarde se liberaba de sus tareas docentes y volvía a sus ocupaciones como agricultor. A veces montaba a caballo e iba a sus potreros en el Alto Calen a ocuparse de los animales que allí pastaban. Yo también montaba a caballo desde chico, mi padre me regalo un caballo huile[1] que comencé a montar a los cinco años.

Yo me crié en el campo y por eso desde pequeño me familiaricé con la vida rural que iba a transformarse con el tiempo en el objetivo principal de mis preocupaciones profesionales. Desde pequeño, me acostumbré a familiarizarme con las actividades del campo y también del mar, pesca y marisqueo.                             

Yo conocí la siembra de papas, de trigo y cebada, mientras que en la huerta de mi madre asistía en pequeñas tareas ligadas a la producción de legumbres. Esperábamos, con mis hermanos, con impaciencia el tiempo de las cosechas y de la recolección de frutos, porque allí aprovechábamos de hacer nuestra selección de los mejores y mas hermosos, ejemplares de manzanas, o papas que se guardaban cuidadosamente como ahítos.

Lo que mas a mi me atraía era indudablemente la molienda de manzanas o maja para hacer chicha por el carácter espectacular de la técnica empleada y porque se asistía a una verdadera fiesta acompañada de chicha fresca y de comida en abundancia.

Era una operación donde debían participar varias personas, pues la maja de la manzana se hacía en un dornajo, donde las manzanas debían ser apaleadas con varas largas de luma: dos hombres de cada lado de esa especie de bongo o canoa abierto en sus extremos que era el dornajo y se encargaban de apalear o moler las manzanas.

Luego se pasaba al estruje de las manzanas trituradas: el producto molido se ponía en dos grandes canastos de quilineja[2] que iban destinados a la prensa. Esta consistía en una maquinaria tradicional fabricada enteramente de madera por todo jefe de familia poseyendo manzanares en cantidad, una especie de maquinaria de grandes dimensiones, de manejo manual, cuya descripción merece   un minuto o dos.

Se trataba de dos grandes y gruesos tablones de ulmo[3] de un espesor de 8 a 10 cm cada uno; el primero estaba destinado a recibir el depósito de los grandes canastos conteniendo el producto triturado y el segundo, reposando sobre los dichos canastos, iba a ejercer la presión necesaria para filtrar el líquido. El tablón que recibía los canastos debía tener su parte delantera terminada cuidadosamente en punta, por donde iba a recogerse la chicha. En la punta convergían las canalizaciones talladas en los bordes del tablón por donde iba a escurrir el liquido a medida que la presión del tablón superpuesto se ejercía sobre los canastos llenos de manzana molida.  La presión del tablón superior se ejercía por medio de dos grandes tuercas de mañío instaladas verticalmente que atravesaban el tablón superior verticalmente, manera de asegurar la horizontalidad de los dos tablones. La prensa era  operada por cuatro hombres  que recomenzaban la operación hasta terminar…

___________________

Tuve seis hermanas y dos hermanos, tres de mis hermanas hicieron estudios en la Escuela Normal de Ancud y en el liceo de Castro. Para llevarlas a sus lugares de estudios era toda una expedición: mi padre debía preparar tres caballos, dos caballos de montar y un tercero a la tira, para un viaje que duraba dos días a Ancud; ir a Castro demoraba un día a caballo. Como mi padre quería que todos sus hijas e hijos hiciesen estudios y viendo la imposibilidad del traslado a las ciudades por ausencia de ruta en Chiloé, tomó la decisión de abandonar la isla Grande e instalarse en Puerto Montt. El traslado se hizo en dos goletas, viaje que yo relato en mi libro ya citado sobre Chiloé.

Con mis hermanas compartíamos juegos infantiles en relación con las actividades de campo que realizaba mi padre, recolección de lamilla cosecha de manzanas y otros frutos, caza de choroyes (loros) desde los árboles, competencias con zancos fabricados por nosotros mismos. En esa época no teníamos acceso a juguetes y habia que inventárselos para entretenernos. Con mi hermano mayor, que se llamaba Hugo, hacíamos recorridos a caballo por la playa o subiendo a lo alto, donde mi padre tenía un terreno para animales. Yo tenia mi propio caballo desde los cinco años, regalo de mi padre, se llamaba Relicario, era negro retinto y tenía muy buena relación conmigo, me permitía hacerle cosquilla en la panza y otras caricias.  

¿Cómo era ir a la escuela y cómo dialogaba la escuela con la vida local?

Lo que yo recuerdo es que ir a la escuela en mi localidad de origen no representaba el mismo esfuerzo para todos los niños, unos vivían en el pueblo, si podemos utilizar esta palabra pues el conjunto de viviendas relativamente aglutinadas unas y otras en Calen mismo, donde se encontraban la escuela de hombres y la escuela de mujeres. Se asemejaba mas bien a lo que los franceses llaman hameau: unas cuantas casas por debajo del estatuto de pueblo. Los que vivían en el ámbito francamente rural tenían mas dificultades, pues debían hacer varios kilómetros de senderos o de playa, lo que se hacía difícil en tiempo de lluvia que cubría una buena parte del año. Debían portar su bastimento, es decir algo para comer al mediodía. El año escolar comenzaba a mediados de marzo o abril y las lluvias continuas se prolongaban hasta octubre o noviembre.

Los padres de familia eran en su gran mayoría campesinos y algunos eran analfabetos, y el destino de los hijos por lo mismo no les preocupaba mayormente, suponían que iban a quedar de todas maneras en el campo, para seguir en la senda familiar, por lo mismo la escuela no era para ellos una preocupación, mas bien una imposición que les impedía beneficiar todo el tiempo de la mano de obra infantil. Estoy hablando de los años 1940 o 1950. Por lo mismo, no había ninguna organización representativa de los padres de familia y todo se pasaba como si los padres hicieran confianza a los profesores para de tiempo en tiempo “tirarle las orejas” a los alumnos. Entonces todo quedaba en manos del profesor. Mi padre era el director de las escuela de hombres y entendía que, como los padres no se aproximaban a la escuela para saber como sus hijos evolucionaban, que su responsabilidad era mantener el diálogo con los padres de familia y los convocada individualmente o se daba el trabajo de visitarlos para conversar, cosa que hacia  con cierta regularidad.

Consideraba que era a él, el profesor, de preocuparse por mantener los lazos con la comunidad en beneficio de sus alumnos. Por lo mismo iba a gozar de un gran respeto en la población, de manera que no era raro que los padres vinieran a pedirle consejo sobre problemas que debía afrontar la familia o ellos mismos, los padres. A veces servía como una suerte de juez de paz para terminar por zanjar problemas litigiosos entre vecinos, o en el seno de familias con problema intrafamiliares.

La educación impartida por la escuela era interesante desde varios puntos de vista, donde lo pedagógico de cierta manera pasaba a segundo plano, para concentrarse en inculcar buenas maneras, valores y conductas sociales a los alumnos: buena presentación, hábitos de aseo, disciplina y buena conducta, respeto a los mayores y a la autoridad. Era inculcar valores cívicos, sentido de la ciudadanía, respeto de las autoridades, respeto de la República.

El Estado proporcionaba el manual llamado Silabario, sólo elemento de apoyo para el ejercicio pedagógico del profesor. Cada alumno disponía de su Silabario que debía ser en gran parte memorizado, solo habia el texto, ninguna ilustración. Por cierto no había ninguna otra lectura disponible. Era un manual desprovisto de cualquier tipo de atractivo, redactado de manera abigarrada, en blanco y negro sin ningún adorno o ilustraciones, ningún color otro que el blanco y el negro, ni tampoco variantes en el formato del texto. El alumnos contaba con uno o dos cuadernos y lápices, también proporcionados por el Estado. De manera que quedaba por cuenta del profesor cualquier iniciativa que rompiera la monotonía pedagógica propuesta, que interesase los alumnos a explorar otros campos posibles que el solo campo de labor habitual.

  ¿Cómo era la vida comunitaria y cómo se relacionaba con las prácticas económicas?

Yo diría que vida comunitaria en el sentido de organización social ciudadana no existía, no habia sentido de unión comunitaria de carácter cívico, la minga o trabajo colectivo de interés recíproco, era impuesta espontáneamente por las necesidades de mano de obra para ciertas actividades, siembras, cosechas, construcción de viviendas, traslado de viviendas de un lugar a otro. Cada  interesado en realizar alguna de estas faenas se ponía de acuerdo con aquéllos que estaban disponibles. Era una institución muy antigua que funcionaba en varias ocasiones en el año, principalmente para siembras y cosechas, una forma de entreayuda que significaba servicio gratuito en trabajo prestado a un vecino, implicando reciprocidad, debía ser devuelto en las mismas condiciones. El beneficiado debía costear la alimentación de los trabajadores, la que a veces terminaba en pequeña fiesta con asado al palo y mucha chicha. La minga correspondía a una imposición pragmática impuesta por las necesidades de la sobrevivencia. A veces sucedía con ciertas tareas inevitables, como el arreglo de un sendero o camino intransitable.

Lo de hacer obra colectiva de interés cívico, o simplemente de juntarse en asamblea o en grupo para intercambiar ideas, distraerse, era un ejercicio inexistente. Es posible decir que si la noción de comunidad cívica tal cual la imaginamos y resentimos en la democracia institucionalizada, carecía de sentido en Calen. En revancha, al mismo tiempo es posible afirmar que sí tenía sentido en términos de comunidad religiosa, pues la iglesia estaba bien presente en la localidad, tenida cuenta que la religión católica dominaba los espíritus y tenía muy poco contrapeso, los que escapaban a su influencia y a las actividades de la iglesia eran escasos. En mi familia se contaban algunos, en primer lugar mi padre que era un libre pensador, también un tío por el lado de mi madre que era mas que libre pensador, anarquista y anti curas. Por cierto merecía la excomunión, mismo de mi madre, su hermana.

Ciertas personas tenían responsabilidades ligadas al mantenimiento de la iglesia y de la casermita (casa para uso del  cura párroco cuando venía al lugar ) yuxtapuesta a la iglesia. El rol principal lo jugaba el fiscal de la iglesia, especie de asesor del cura párroco, encargado de las llaves y de los preparativos previos a la llegada del cura, encargado también de dirigir las novenas y otros rezos y del aseo y ornato de la iglesia.   

¿ Cómo era la vida espiritual?, ¿Cómo estaba presente la iglesia y cómo estaba presente la cosmovisión chilota?

La iglesia católica jugó a mi juicio un rol preponderante en términos de integración de las tres vertientes que aparecen en el paisaje étnico de Chiloé: españoles, indígenas y mestizos. La identidad chilota se construye a mi juicio por ese rol integrador jugado por el catolicismo, por la presencia permanente de la insularidad a distancia considerable del continente, y por la apropiación obligada del mismo paisaje exuberante y exigente, difícil de enfrentar individualmente. En todo caso, la identidad indígena no desaparece, al contrario, modernamente es de mas en mas reivindicada allí donde hay comunidades indígenas, pero políticamente la chilotidad reivindicando autonomía para el archipiélago parece ser una demanda común a indígenas, criollos y mestizos .

La presencia de la iglesia católica era permanente y yo prefiero extenderme en su rol citando unos párrafos de un libro publicado recientemente: “El fiscal es una institución muy antigua, cargo clave creado por los misioneros jesuitas en su empresa misionera de Chiloé a comienzos del siglo XVII. Los recuerdos que yo tengo permiten pensar que desde la instalación de la iglesia el cargo de fiscal fue atribuido a indígenas. Ver mas adelante mi referencia al libro de Moraleda. Era, y es todavía, el representante local de la iglesia y es a él a quien revienen las tareas de manutención del templo, de organización de las fiestas patronales y de convocación a los feligreses. Además, reemplaza al cura párroco en todos los oficios o servicios que hoy son propios de un diácono. Don Alfredo Nancuante es un señor de origen indígena, antiguo alumno de mi padre, y sucede a una larga lista de aborígenes que ocuparon en el pasado el mismo cargo. Instituyendo el cargo importante de fiscal y, al lado de él, creando el Cabildo con sus patronos y supremos, los jesuitas habían visto bien el interés de responsabilizar a los indígenas en el nuevo culto, creando así espacios de expresión para la población conquistada e impedida por el español de dar expresión a sus propias creencias. Puede imaginarse que el interés de los aborígenes por participar en el nuevo culto y ser agentes activos en estas instituciones era bien apreciado por ambas partes. De cierta manera va a instalarse una suerte de cohabitación durable que explica que la población caleña en su conjunto ha asumido siempre el fondo y las formas de lo religioso /cultural venido de ambas vertientes es decir una herencia intercultural muy fuerte.

En una primera visita a Calen después del exilio, el fiscal Alfredo Nancuante, resultó ser también el violinista de la iglesia, cuyo rol es muy importante principalmente con ocasión de las fiestas patronales. Nos dijo, que él era el sucesor de mi abuelo Guillermo en el puesto de violonista. Nos habló mucho de ese abuelo, quien según él, era una persona que tenia muchos dones de artista y entre otras cosas también fabricó y donó a la iglesia la estatua de un Nazareno realizada con papel maché, una de las imágenes relevantes que se muestran en el interior del templo. Nos dijo también el fiscal que ese Nazareno, fabricado por mi abuelo, no tiene patrono desde hace mucho tiempo, razón por la cual no puede salir en las procesiones, porque solamente un descendiente del abuelo Guillermo tiene derecho a asumir el rol de encargado, cuyo papel es de sacarlo del templo con ocasión de las procesiones que se hacen durante las fiestas patronales. Además de este Nazareno, la iglesia contiene una rica imaginería de “santos de vestir”, es decir, santos a los cuales la gente, principalmente las mujeres, confeccionaban el vestuario para con ello, según era la creencia local, acercar mas las divinidades a la gente corriente. Entre ellas, hay algunas muy antiguas como ese pequeño Nazareno venido de la isla Caguach en el siglo XVIII, que llama la atención por la belleza de su capa color azul profundo y casi luminoso.

La evolución económica que está en curso a partir de los años 1980 ayuda a erosionar un poco las viejas creencias y tradiciones, pero no parece afectar todavía lo esencial de los aspectos cultuales y festivos que portan en Calen una fuerte huella de interculturalidad indígena/hispánica. La sociedad caleña en su conjunto – de ascendencia mas o menos indígena, mas o menos mestiza o puramente española o puramente indígena - sigue fiel a las prácticas orquestadas por una iglesia católica que se propuso y adaptó desde sus orígenes para ser atractiva a los indígenas, que encontraron allí un espacio para dar expresión a su propia espiritualidad cuyas formas auténticas eran reprimidas por la autoridad religiosa y militar.

Esta comunión, o mejor coexistencia, de ingredientes étnicos que vienen de lejos en torno a los rituales y festividades parece haberse establecido desde muy antiguo, seguramente desde fines del siglo XVIII, cuando aparecen por Calen los primeros colonos españoles. Es conocido que los primeros misioneros jesuitas tuvieron como estrategia interesar a los indígenas con formas de culto que fueran atractivas y entre ellas crearon las celebraciones patronales fiesta anual a partir de la devoción a una virgen o a un santo. En la preparación y desarrollo de estas fiestas tenían un lugar preponderante el fiscal y el Cabildo, dos instituciones asignadas muy reflexivamente por los jesuitas a los aborígenes. Esta fiestas fueron acogidas, según parece, con entusiasmo por el pueblo indígena porque representaban de cierta manera un espacio donde podían volcar los contenidos fundamentales de sus creencias religiosas, el nguillatún (rogativas para las cosechas, para la salud y otras) así como librarse a ciertas prácticas sociales que fuera de ese espacio eran severamente perseguidas y reprimidas por las autoridades eclesiásticas y militares.

Esta interculturalidad durable parece hablar de una suerte de concertación tácita que se habría producido entre las partes a la hora de la institución de las fiestas patronales. Algo que puede ser interpretado como uno de los signos de tal entendimiento es que en la fiesta patronal de Calen la virgen venerada no sea la misma para indígenas y españoles. La Purísima es para los primeros y la Inmaculada Concepción para los segundos. Como lo describe Renato Cárdenas “la Purísima con su figura menuda, con sus vestidos de percal blanco, tan hermosa como la Pincoya del amanecer “ es la virgen de los indios y de los habitantes mas humildes, mientras que la Inmaculada “es una señora ya mayor, serena en su caparazón de tela encolada y yeso, pintada con el azul del cielo” es la virgen de la gente mas acomodada, de la mas española, de la pequeña burguesía rural. También habla, en el mismo sentido, el rol jugado por el fiscal y el Cabildo y su banda de músicos (instituciones de los indígenas) en la preparación de la fiesta y del culto, siempre presentes en la fiesta del 8 de diciembre, independientemente de que hoy han aparecido nuevos actores, principalmente una banda de música de jóvenes también animadores de la fiesta.

La fiesta patronal de Calen es el 8 de diciembre, es un integrado de  recogimiento de las almas durante el culto celebrado en el templo y luego, al exterior, de expansión de deseos, de sueños y de placeres de los hombres y mujeres. Renato Cárdenas expresa esta dualidad diciendo : “El ritual religioso se prolonga mas allá del espacio sagrado, del templo. La experiencia de la devoción, de la fe, continua en la embriaguez, en el baile en la alegría, en el bullicio, en el carnaval, en la música”. A propósito de su interpretación de esta integración casi programada de comportamientos, perfectamente buscada por la iglesia católica, dice que en esta fiesta se establece un tiempo santo, un tiempo distinto al de todos los días, un domingo grande, un año nuevo, el individuo es de otra manera y pasa a expresarse como comunidad.

En vez de un tiempo santo, yo hablaría mas bien de un tiempo “suspendido”, en el sentido de las fiestas dionisíacas que se celebraban en la antigua Grecia: la fiesta patronal instala otro tiempo, es cierto, pero es un tiempo de evasión, mas allá de la creencia religiosa, para dar paso a la distracción individual y a la identificación colectiva, al gozo, al ensueño y también al mito. Es tal vez como vivir otra vida por la intensidad misma con que se vive el antes, el durante y el después de la fiesta, algo así como viniendo de la acepción misma de Calen que habla de gente distinta, “que ha adquirido otro ser”. De cierta manera hay aquí una prolongación del imaginario de una sociedad campesina tradicional para la cual el reposo regular no existía sino con ocasión de las fiestas religiosas instituidas por la iglesia católica. Pienso que este desenlace final, en el sentido de la fuerte integración de lo religioso/cultual con lo civil/festivo puede ser interpretado como la fusión exitosa de las dos vertientes culturales de la cual nace la sociedad local chilota.

Es posible que la particularidad chilota de Calen sea precisamente ésta: evolución en la integración. Tal vez en Calen la coexistencia de indígenas, mestizos y españoles contó con condiciones mas favorables que en otros lugares, yo creo que principalmente por el aislamiento mas pronunciado, y ello condujo a un reconocimiento relativamente factible de la diferencia cultural. En la época de mi niñez, no recuerdo que haya habido tensiones interétnicas, mi padre recibía alumnos indígenas y de origen español y trataba con los padres indígenas de los problemas de escolaridad con la misma deferencia que con cualquiera de los otros. Tal vez, de parte de mis hermanas que conocían ya la ciudad, había un dejo de desdén hacia algún joven vecino indígena que no usaba zapatos ni ojotas y que por lo mismo trataba de esconder los pies en la arena para disimular” ( in Chiloé, entre modernidad y tradición, Ediciones MAGO, Santiago. 2019)

Hay que decir que en su rol de vehículo de integración la espiritualidad cristiana estaba presente en gran mayoría de los individuos pero íntimamente asociada a expresiones e imágenes de lo indígena, es decir a creencias correspondientes a esa otra cosmovisión del mundo y de los seres humanos. Por ejemplo, eran muy escasas las personas que escapan a la creencia en la brujería que se asociaba a la vez al mal (ejercido por diferentes medios y al bien (medicina indígena, eficaz y no).

Yo y mis hermanos vivimos nuestra infancia en una atmósfera cargada de conversaciones sobre hechos misteriosos y sobrenaturales debidos a la voluntad y acciones de múltiples personajes a los cuales se sindicaban como dotados de poderes sobrenaturales. ¡Eran los brujos! Las islas estaban pobladas de personas que creían y temían a los brujos. Su poder, según muchas gentes les permitía transformarse de persona normal en un animal o ave o planta para el ejercicio de sus malas artes. El perro por ejemplo era utilizado con frecuencia, tal vez por sus maneras y su fácil entrada en las casas del vecindario, pero en los caminos era frecuente, según lo que se contaba, encontrarse con personas transformadas en pájaros, etc., etc.

Era frecuente oír: ¡Don fulano de tal, estaba de visita donde alguien pero disfrazado de perro negro y lanudo! Pasando por la bajada x, doña Yoyo estaba en una rama transformada en lechuza!... Los niños estábamos allí y escuchábamos todo aquello. Yo tuve miedo de los brujos hasta la edad de 10-12 años. El ir a acostarse en el segundo piso era una proeza, premunido de una linterna yo examinaba debajo de todas las camas para ver si descubría unos ojos luminosos de un animal cualquiera. El estero de Quicaví no lejos de donde nací  (unos 15 km) era el centro de la brujería en la isla Grande, allí los brujos celebraban sus congresos, se  confabulaban y se atribuían las tareas. Estaban en todas partes, en la tierra como en el mar. El Caleuche era un barco que navegaba de noche enteramente iluminado y permanentemente en fiesta, la música y la danza no cesaban sino hasta la amanecida. Los danzantes eran los tripulantes, todos muertos y vueltos a la vida.

Para evitar estar expuesto a las visitas de los brujos cada dueño de vivienda protegía la puerta de entrada y las ventanas de dos agujas cruzadas en el dintel de puertas y ventanas.

Lo que no quiere decir que para muchos chilotes católicos no indígenas el auxilio de un brujo, machi o curandero indígena que era conocido y tenía fama entre los indígenas y mestizos para curar ciertas enfermedades, podía ser interesante y establecía el contacto personalmente o a través de una tercia persona.

¿Cómo llego’ al puesto que le permitió trabajar en el INDAP y ser encargado de preparar un informe sobre la comercialización de la papa en Chiloé ?

En realidad yo era relativamente conocido en los medios universitarios como agrarista o conocedor de problemas del campesinado porque siendo todavía estudiante de Geografía participé en las encuestas que me permitieron varios años después ser uno de los tres autores de un libro que se transformó en un clásico de los estudios agrarios en el país, publicado en 1961, Valle de Putaendo. Estudio de estructura agraria. En algunos años yo habia sido profesor de geografía agraria en el Instituto Pedagogico de Macul y en la Escuela de Agronomía de la Universidad de Chile en Santiago. Cuando triunfa Allende estaba viajando a Antofagasta donde iba a trabajar para la Universidad Católica del Norte; habia decidido abandonar Santiago decidido a hacer una experiencia en el desierto y abandonar el clima relativamente caótico reinante en la Universidad de Chile, presa de los movimientos estudiantiles por la reforma educacional.  

En esa época, para muchos chilenos el militantismo estaba por encima de cualquiera otra consideración, incluso de los intereses personales y familiares. Era mi caso. Yo venía regresando de siete años pasados en Cuba como profesor invitado donde adquirí, entre otras cosas, una buena experiencia en los temas de planificación territorial. La política seguía siendo un gran preocupación personal a pesar de una cierta decepción con la revolución cubana.

En 1970 hice abandono de un interesante contrato que tenía con la Universidad Católica del Norte, con sede en Antofagasta, para volver a Santiago a hacerme cargo de una asesoría en la Vicepresidencia del INDAP a pedido del MIR. Juan Bautista von Schouwen, miembro de la dirección central encargado del sector agrario, me había pedido que asumiera esa responsabilidad (de carácter político mas que técnico) considerando que allí había un espacio institucional susceptible de ser utilizado en beneficio del partido, que se presentaba accesible por obra y gracia de la alianza pactada con la fracción socialista radicalizada de definición “agrarista”, una de cuyas cabezas visibles era precisamente el Vicepresidente, ingeniero agrónomo Adrián Vásquez. Al mismo tiempo Von Schouwen me pedía que yo sea su consejero para los tema campesinos y agrarios. Es asi que se explica que de repente, yo me encontraba con una doble asesoría. Por cierto acepté, considerando que me sentía capacitado para operar en terreno conocido.

Yo acepté jugar el rol de asesor de la Vice-presidencia de INDAP, que en rigor debería ser escrito entre comillas, tan indefinidas y ambiguas eran mis responsabilidades institucionales. En realidad lo hice no solamente por la insistencia con que me fue planteada la petición, sino sobre todo, porque personalmente, tanto del punto de vista profesional que político, el campo y la suerte de los campesinos eran temas que me interesaban desde hacía mucho tiempo y pensé que podría realizar algunas ideas que me daban vueltas en la cabeza.

La asesoría al Vicepresidente no iba a durar, como consecuencia de la evolución de la alianza política que la habia hecho posible. Como yo tenía el estatuto de funcionario del INDAP, pedí al Vicepresidente que me destine a la Oficina de Planificación de la institución, que me parecía el destino mas apropiado dada mi formación profesional. Logré interesar al Director de la oficina por los problemas que puse de relieve sobre Chiloé y las posibilidades nuevas que se abrían con el nuevo gobierno popular. Dos problemas le interesaron en particular: la comercialización de la papa y el tema de la posibilidad de crear o favorecer pequeñas industrias locales.

El tema de las dificultades de la comercialización de la papa en Chiloé era muy viejo. Lo cierto es que en las primeras décadas del siglo XX la inmensa mayoría de la población chilota era todavía campesina y por lo mismo rural y los mercados de Ancud y Castro estaban apenas en desarrollo y la demanda era escasa. Puerto Montt, primera ciudad del continente, frecuentada por embarcaciones chilotas, ofrecía un pequeño escape. La inmensa mayoría de la población practicaba la producción de autoconsumo, la papa se producía fácilmente pues el archipiélago era uno de focos de la tierra de origen de Solanum Tuberosum. Había sobreproducción del tubérculo en varios años sucesivos y a veces algunos productores tentaban la aventura de llevar su producción al norte, mismo a los mercados de Valparaíso, sino a Santiago. El cargamento partía por mar en goleta de dos mástiles, un mes de navegación mas o menos, sin medios de conservación la papa se podría y no llegaba a destino sino una ínfima porción. Conocí a un productor de Castro de apellido Alvarado, padre de una cuñada mía,  que intentó la aventura. Por el año 1950 o 1951. Un desastre ! , sola ganancia: conocer Valparaíso.

Los años cincuenta están marcados por la tragedia del tizón, los sembradíos fueron diezmados por el hongo, para evitar el hambre una buena parte de la población migró principalmente hacia la Patagonia, solo se salvaron los sembrados de algunas variedades nativas, mucho mas resistentes. También se salvaron por estar en sitios protegidos unos pocos sembradíos de las variedades comerciales chilenas que habían entrada a desplazar las papas nativas chilotas desde hacia varios años. La ayuda venida del continente para combatir el hongo causante de la epidemia iba a llegar con retardo, como tantas otras cosas venidas de Santiago.

Recién entrados los años 1960 comenzó un proceso de recuperación de las siembras. Las nuevas variedades importadas del continente iban a ayudar. A fines de los años 1960 y comienzos de 1970 la papa de nuevo era abundante y el problema de la comercialización volvía a plantearse. Cuando hice la encuesta en 1971, visité muchas explotaciones campesinas en la regiones de Castro y Ancud. Me interesé por saber cómo los campesinos habían superado la crisis del tizón y principalmente cuales eran las nuevas condiciones de la comercialización. La ECA, empresa estatal encargada de la comercialización de productos agrícolas funcionaba hacía poco tiempo en Chiloé.

Me interesé por saber cómo estaba operando el “poder comprador” establecido por el Estado a través de la ECA y según los resultados de mi encuesta se podía estimar que él no tocaba en 1970 mas allá del 5 al 8% de la producción chilota. El cultivo habia salido de la crisis pero no había mercado para asegurar las entradas monetarias y los agricultores no mejoraban sus condiciones de vida. Comprobé que algunos agricultores cultivaban, a pesar de su escaso rendimiento, semillas de papas nativas para su autoconsumo pues en el mercado no eran apreciadas.

Yo había viajado a Chiloé acompañado de un ingeniero agrónomo de Santiago y sobre el terreno contábamos con la ayuda de  un técnico con puesto en Ancud. Recuerdo que todo era difícil por las dificultades de transporte y de las comunicaciones. Recuerdo que en Quemchi habíamos previsto asistir a una asamblea de productores que debía celebrarse a las 11 de la mañana según los organizadores de la misma. Llegamos  al pueblo a las 10, 30 y nos pusimos a esperar la llegada de los convocados. A las 11 no se había presentado nadie y, averiguando, alguien nos dijo que había oído hablar de una reunión a las dos de la tarde. No nos sorprendimos mayormente pues ese tipo de situaciones eran frecuentes en Chiloé.

Hoy las condiciones han cambiado radicalmente por obra del desarrollo muy rápido de la industrias del salmón y otras actividades ligadas al mar determinando un nuevo poder de compra de productos locales, lo que ha aportado una modernización rápida acompañada de un desarrollo también rápido de la población urbana y con ello activando los mercados locales : primero, porque con la dictadura, la ECA, empresa del Estado que dominaba el mercado en el continente, dejó de existir y la comercialización de productos agrícolas entró de lleno en el mercado libre; segundo, porque la papa nativa del archipiélago habia hecho muchos progresos como producto patrimonial de la cultura chilota y comenzó a salir al mercado pero como producto valorizado, una demanda insospechada como consecuencia de los cambios en el modo de alimentación, como para ser buscado en el mercado como producto de calidad.

Han aparecido muchos cultivadores de papas nativas, como resultado de todas las iniciativas emprendidas desde hace muchos años por el CET (centre de educación tecnológica), ubicado cerca de Chonchi, y también por la Universidad Austral de Valdivia, dos instituciones que desde hace muchos años han hecho avanzar los campesinos chilotes en la siembra de papas nativas, yendo paulatinamente, hacia la consolidación de un sistema de producción seguro, con semilla certificada y cultivada siguiendo normas técnicas adecuadas.

En la comercialización también se han hecho progresos interesantes. En todo caso, lo que es hoy es espectacular, diría yo, es la aparición abundante de la papa nativa en los mercados de la Isla Grande y de otras islas menores. Hace veinte años en Castro, Ancud o Dalcahue, por casualidad se encontraba una vendedora de papas nativas y hoy aparecen una decena o una docena de productoras-vendedoras en cada mercado de las ciudades y en las ferias ese número se multiplica varias veces. A granel, en bolsas de malla o por paquetes de 1 kilo, las diferentes variedades se exponen a la vista de los clientes. Es cierto, que la relación de precios ha cambiado en razón de la abundancia local actual: hace diez años la relación era de 1 a 7 u 8 con respecto al precio de la papa corriente y hoy es solamente de 1 a 5. Lo que quiere decir que los productores tienen por delante mucho camino que hacer para lograr una mejor comercialización, principalmente elaborando el producto, pero eso pasa por iniciativas colectivas, por organización y por asociación con otros para avanzar y ganar así en valor agregado.

Nuevas posibilidades de comercialización ? La aparición de los supermercados  en el continente ha facilitado la difusión de la papa nativa a lo largo de todo Chile, favorecida por la generalización de los restaurantes con una cierta calidad platos ofrecidos a la clientela. Ellos demandan de mas en mas el producto nativo de Chiloé.

Todos estos desarrollos han estado en el centro de una toma de conciencia colectiva del interés de esta producción para un desarrollo territorial chilote con identidad. Un jardín de variedades de papas nativas se cultiva en el parque municipal Hueñoco de la isla Lemuy (cerca de Puqueldón) a manera de demostración de lo que los campesinos pueden hacer y también para distribuir semilla certificada a los interesados. Desde hace ya varios años las “Fiestas de la papa” han hecho su aparición en varias comunas de la isla Grande, también en la isla de Quinchao y de Lemuy, dando cuenta de una nueva sensibilidad de los chilotes para su producto identitario cargado de historia y de simbolismos. Muchas municipalidades estimulan y subvencionan la organización de estas fiestas y se han involucrado en los programas realizados por otros actores, poniendo medios importantes para su realización, y sobre todo se han encargado de la publicidad de los eventos, de la información al público por diversos medios de comunicación y también de la promoción del producto en los restaurantes, agrupaciones de chefs y agentes turísticos.

El informe fue entregado en su época al Director de la Oficina de Planificación del INDAP y no supe la suerte que corrió el documento con el golpe de Estado.

El informe sobre las posibilidades de promover industrias locales en Chiloé ?

Por escasez de tiempo, esta encuesta quedó en camino y no hubo informe redactado.

Lo de encuestar sobre las posibilidades de hacer pasar ciertas actividades locales a un estadio de semi-industrialización en la isla Grande era una idea que yo acariciaba desde algunos años antes de estar en INDAP. Me parecía que habia destino para avanzar sobre ciertos temas y que el Estado podría intervenir en animar procesos y facilitar la innovación tecnológica y la organización para una actividad colectiva: la fabricación de sidra embotellada a partir de la chicha de manzana, practicada por todas las islas de manera doméstica; la producción de toneles a utilizar para la chicha y sidra, activar la fabricación de jamones, actividad que se practicaba durante la colonia para exportar a Lima y abandonada casi totalmente a fines del siglo XIX; a la mitad del siglo XX la fabricación de muebles se habia desarrollado en las ciudades y era una base para pensar en una industria mejorada mirando su comercialización hacia el exterior del archipiélago; la conservería de productos del mar no existía.  En fin, la fabricación de piezas prefabricadas para la construcción, podía dar origen a una comercialización importante.   

El debate sobre la reforme agraria: dónde fue ?, en qué elementos basaba su posición ?, cómo evalúa ahora el conflicto ?  

En una de mis pasadas por Castro visité a Pedro Ulloa, enfermero de profesión, amigo de mi familia, que ejercía como secretario regional del partido Socialista, él sabia que yo me interesaba en la política y que era militante de izquierda, le conté en qué misión andaba por Chiloé y me dijo que se alegraba mucho de verme y saber que yo tenía mucha información sobre la evolución de las cosas sociales y políticas del país. Me dijo que, precisamente tal día de la semana tenía una reunión informal en su casa con dirigentes regionales de la CORA, del INDAP y Ministerio de la Agricultura y que se sería una buena oportunidad para discutir con ellos. Para la ocasión él iba a preparar un curanto y asegurar el trago, y por cierto yo acepté su invitación con mucho gusto. No recuerdo los nombres de las personas que asistieron pero eran todos afuerinos con nombramientos políticos de la UP.

Lo que yo dije a la hora de una conversación animada y que tu leíste en esa crónica que te llamó la atención, estaba fundado en mis conocimientos sobre las condiciones en que se desarrollaba la agricultura en Chile Central y en el sur, particularmente Chiloé. En mi opinión la lógica que debía ser aplicada en Chiloé por el gobierno reformista de Salvador Allende debía ser de operar la reforma agraria en función de atacarse primero que nada al minifundio dominante en la mayoría de las islas y en la costa oriental de la isla Grande, ver qué tipos de arreglos internos destinados a facilitar un proceso de reordenamiento de las tierras minifundiarias para, por transferencias, compra-venta y otras crear explotaciones campesinas viables. En una segunda fase los excedentes de mano de obra causada por los diferentes arreglo, tendrían como compensación las tierras expropiadas de los escasos grandes propietarios existentes al interior de la Isla Grande, todos teniendo una muy escasa mano de obra y por lo mismo asegurando a los desplazados una explotación agrícola viable.

Claro, la aplicación de esta lógica implicaba un trabajo de terreno sostenido para convencer a los campesinos implicados de las ventajas de esta estrategia de reordenamiento catastral. Significaba también poner importantes recursos del Estado y esperar resultados mas bien lentos dada la complexidad del problema. Para los responsables del agro presentes en la reunión lo importante era entregar rápidamente resultados de la reforma agraria y la prioridad eran las expropiaciones de algunas de las grandes propiedades existentes en la isla Grande, como he dicho con escasos asalariados, con lo cual no resolvían los problemas de la gran mayoría de campesinos chilotes viviendo en minifundio, obligando a algunos miembros de la familia a emigrar a la Patagonia chilena o argentina.

La otra preocupación mayor para intervenir en el ámbito rural era para mi, la explotación y manejo del bosque nativo de Chiloé. La presencia del Estado aquí era indispensable puesto que las posibilidades de mantenimiento y desarrollo de una verdadera cultura de la madera, patrimonio tradicional chilote, estaba en peligro a causa de la inexistencia de una explotación racional del bosque. El consumo de leña era enorme y el bosque desaparecía por aquí y por allá. La creación de Parques forestales, con manejo racional, era para mi una prioridad en las pocas masas boscosas subsistentes en el centro norte de la isla Grande.

En cuanto a la región boscosa situada al sur de Quellón, estimada en una superficie de mas de 100 000 hectáreas de bosque nativo súper maduro, por lo mismo difícil de explotar industrialmente, habia la posibilidad de beneficiar de esas tierras a las comunidades huilliches que allí vivían y que reivindicaban. Pero el tema de la expropiación de una inmensa propiedad abarcando la mayor parte de la cordillera de Piugué, perteneciente a la familia francesa De La Taille, no se podía tocar porque el propietario formaba parte de las amistades de Salvador Allende, la autoridad suprema de Santiago. En todo caso, todo el tema de la explotación de los bosques en Chiloé, como otros, no estaba en las estrategias reformistas de Santiago. Desde hace varios años esa inmensa propiedad se vendió y el actual propietario es el hoy ex presidente Sebastián Piñera.

¿Cómo recuerdas que fue cambiando la vida en Chiloé?

Cuando estuve en Santiago como estudiante en la Universidad de Chile me di cuenta que era como un extraño en la ciudad, una especie de bicho raro venido de otro mundo, pocos conocían algo de Chiloé, no hablaba como santiaguino, no solamente en el acento pronunciado al final de la frase, un poco cantado, podría decir en el lenguaje chilote, una mezcla de español antiguo con giros  de origen mapuche –huilliche, propio a la cultura chilota, integración de español e indígena.

Recuerdo que cuando propuse, en la comuna de Ñuñoa, a una asamblea de militantes comunistas, la mayor parte de clase media, la realización de un curanto en hoyo para reflotar las finanzas del partido, ninguno de los concurrentes tenía idea de qué se trataba y tuve que explicar de A a Z en qué consistía ese preparado gastronómico de origen precolombino, ese signo principal de la identidad chilota.

En fin, estábamos a años luz de la modernidad reinante en Santiago. En los años 1950, las cosas iban a comenzar a cambiar para Chiloé.

La primera modernización que hizo su aparición en Chiloé fue con el segundo gobierno del general Ibañez (1952-1958) que declaró Chiloé zona franca, es decir importaciones libres de impuestos, lo que permitió después de la época colonial la entrada de toda suerte de mercancías venidas del extranjero. Los negocios de Ancud, Castro y mismo de Dalcahue se transformaron: por primera vez el público podía ver en las vitrinas los productos disponibles, artefactos, vestuarios europeos o americanos, motores, máquinas para diversas actividades, generadores eléctricos, etc., etc. Circularon profusamente los alcoholes importados, hizo su aparición el Whisky que se adoptó muy rápidamente y para el resto del país partía en contrabando. También entraron los primeros automóviles que circularon por la ruta de ripio recién abierta entre Ancud y Castro. Los autos y camiones Mercedes Benz rugían y sufrían en las cuestas, conducidos por chilotes ricos apenas sabiendo conducir y manejando mal los cambios de velocidad. La zona franca dinamizó el conjunto de la actividad económica, especialmente la explotación del bosque y del mar.

Entrados los años 1960 se empezó a entrabar el funcionamiento de la zona franca con diversas restricciones decretadas desde Santiago y el dinamismo comercial y económico en general decayó. Los chilotes tendrían que esperar hasta fines de los años 70, ya bajo la dictadura, para ver la aparición de un nuevo impulso venido de afuera: la aparición del capitalismo empresarial salvaje, con el salmón y otras industrias acuáticas  y con ello la salarización masiva de la parte joven de la población campesina.

El campo y la agricultura son abandonados en gran parte y la industria del salmón, en particular, ejerce un rol importante en la creación de nuevas empresas indispensables a su logística. Resultado de ello: la población urbana aumentó considerablemente, se ha ido conformado una importante clase media dotada de un fuerte poder de compra y por lo mismo el mercado se ha expandido como nunca antes.

Este desarrollo tiene su lado negativo, con la presencia inusitada de un neoliberalismo exacerbado y depredador el cual se muestra crudamente en diversos aspectos: sobre el sistema ecológico del archipiélago, sobre la explotación de la mano de obra asalariada, sobre la cultura chilota, sobre sus patrimonios material e inmateriales. En todo caso, el capitalismo depredador puede todavía tener un contrapeso a condición que el Estado ponga limites a sus excesos y que los chilotes aceleren su avance hacia la organización de acciones colectivas destinadas a controlar los aspectos depredadores de la industria del salmón y acentúan un proceso de renacimiento cultural con valorización económica de sus propios patrimonios, con el fin crear un equilibrio necesario en bien de la sociedad. Este proceso, si está bien avanzado en términos arquitecturales, es todavía embrionario en cuanto a la cultura gastronómica. Otros patrimonios tradicionales todavía esperan su despegue…



[1] Caballo de pequeña talla, existente solo en Chiloé

[2] Quilineja , liana o boqui empleada en artesanía, canastos entre otros, fam. de las filesiáceas,

[3]